viernes, 5 de julio de 2024

Los territorios del aire: la poesía celeste de Adriana Gloria Marigo

 


“Si la poesía fuera un color —anota Cinzia Della Ciana— la de Adriana Gloria Marigo sería azul”. Un azul intenso, profundo. Se trata de una escritura contemplativa que inquiere en el paisaje del levante mediterráneo. Los poemas que integran Astro Immemore (Astro Inmemorial, Prometheus Editore, 2020), una de sus apuestas más recientes, convocan la claridad de un cielo despejado, pero también la inmensidad de una noche insondable. Marigo canta a la naturaleza: los ojos de la noche, las nubes zoomorfas, el Lago Maggiore, el bosque y su respiración… Su mirada, sin embargo, parece detenerse en el firmamento. El aire levantino es el elemento simbólico que atraviesa y unifica este poemario.

Tres virtudes descuellan en esta colección: las imágenes evocativas, sugerentes y casi siempre puntuales; la claridad de la exposición, y la nitidez del hilo conductor temático y estilístico; y, por último, aunque no menos importante, la brevedad y la concisión: poesía sin ambages, contundente, pero evocativa... El registro de la brevedad es, por otra parte, una de las virtudes en la pluma de Marigo, quien ha incursionado en géneros como el microrrelato y el aforismo poético en títulos como Minimalia (Campanotto Editore, 2017).  

La escritura de Adriana Gloria Marigo se enriquece, como ha señalado Silvio Aman, con cultismo, préstamos lingüísticos, variedades dialectales (funambolìa, viridarium, aspèrgine, etcétera) se distingue, asimismo, por un uso particular de las preposiciones inarticuladas, así como por la sustantivación de adverbios y adjetivos, procedimiento que ofrece nuevas tesituras, pero también no pocas dificultades para hallar la traducción más acertada.  

La poesía de Adriana Gloria Marigo explora los territorios del aire; nos asoma al cielo, nos hace sentirlo, incluso. Sus descripciones pertenecen a una vocación: la de un paisajista del lenguaje. La apuesta de Marigo constituye, en varios sentidos, un ejemplo de lo que podría llamarse “poesía terapéutica”: con este título se adentra en la energía, en el vitalismo de los lugares, en la búsqueda de una psique, un “alma” que los devele. Su poesía es una exhalación de vida.

 

 

***

 

Llega un viento intempestivo

 

Llega un viento intempestivo

a lanzarse obstinado sonoro  

desde las cordilleras prealpinas,

sudor desmedido

funambulesca la mañana

la aspersión azul

a lo largo del día.



Abre los ojos a la noche

 

Abre los ojos a la noche

mira el verde en el tono habitual

acercarse al ocaso.

 

El canto glorioso de los mirlos

vacía el aire de otra voz

 

En el azul de Prusia implora

el rostro de la quietud.

 

Apri gli occhi alla será*

 

Apri gli occhi alla sera

guardi il verde in solito tono

accostare la notte.

 

Il canto glorioso dei merli

svuota l’aria d’altra voce

 

In blu di Prussia implaga

di quiete il viso 


*Lectura a cargo de Segio Carlacchiani: https://www.youtube.com/watch?v=Ds-mchwBAEI

 

 Bastará el aire levantino

 

Bastará el aire levantino

salvaje y descarnado de hoy

sobre la hipérbole extendida del prado

el cielo de nubes zoomorfas

para reflejar la incierta profusión vegetal

imprimir censura al látigo

mientras agrestes lunares

elevan cantos alados.

 

 

Anunciaciones

 

Luino, 14 de septiembre de 2015

 

El aire, y más ese azul

irreverente, converge en el instante

ya declinado

ahora que la tierra sufre

el astro inmemorial, la fama

del mar a los inventarios.

 

Lucreciana

 

En la estación que priva el ornato

podemos ver más claro

el borde del bosque

 

donde la piedra elude

la respiración de hierbas modestas

 

solitarios abedules que adoran

el rigor territorial del aire.

 

De: Astro Immemore (Prometheus Editore, 2020).

 

 

 

Adriana Gloria Marigo. Vive entre Padova y Luino. Después de los estudios universitarios en Pedagogía filosófica, fue profesora en la escuela primaria. Actualmente se encarga de la presentación de libros, y colabora además con asociaciones culturales, revistas y diarios con intervenciones críticas de acuerdo con una visión literario-psicoanalítica. Fue responsable de la columna de poesía “Porto sepolto” de la revista internacional de cultura Samgha, y curadora de la serie de poesía de Caosfera Edizioni de Vicenza.

Ha publicado: Un biancore lontano (LietoColle, 2009), L’essenziale curvatura del cielo (La Vita Felice, 2012), Impermanenza (Pulcino Elefante, 2015), Senza il mio nome (Campanotto Editore, 2015), Minimalia (Campanotto Editore, 2017) y Astro Immemore (2020).

jueves, 4 de julio de 2024

Una heterodoxia poética: Los colmillos del dragón de Enrique González Rojo Arthur


 


I

Hacia 1949, un grupo de jóvenes encabezados por Enrique González Rojo Arthur dieron vida al “poeticismo”, un movimiento de renovación poética que, desestimado por la crítica y autocensurado —incluso— por quienes fueran parte de esta aventura, ha pasado casi inadvertido en la historia de nuestras letras. Ampliar el espectro de lo poético mediante procedimientos lógico-racionales derivados de la indagación y la experimentación en torno al lenguaje figurado era, entre otras, una de las pretensiones del movimiento.

Si la metáfora era tomada como un “hallazgo”, los poeticistas aspiraban a desentrañar una suerte de “mecanismo” capaz de producir esos descubrimientos. Apostar a la metáfora, sin embargo, no era el fin último, sino construir un encadenamiento de elementos figurativos a lo largo del poema. Y “largos”, efectivamente, fueron los poemas de este periodo, aunque sólo uno de ellos se publicó: Dimensión imaginaria (1953), de González Rojo. Una obra cuya rareza estriba en la concepción tan singular, y sui géneris, de la poesía. Un proyecto de intelección que se convertirá en el punto de partida de una de las poéticas más particulares, y disidentes, del panorama mexicano.


II

La aventura del poeticismo duró pocos años, pero fue fundamental en la construcción de la poesía de Enrique González Rojo, quien inclusive llegará a proponer una división de su trayectoria literaria en torno a la importancia de dicha etapa. Su obra, así, tendría tres momentos: “1) pre-poeticismo, 2) poeticismo y 3) postpoeticismo”.

            La mención a este movimiento resulta necesaria para abordar algunos tejemanejes que configuran la apuesta de Los colmillos del dragón (La saga de los cadmeos). Se trata de un poema narrativo de larga tirada. “Novelema” es el término que González Rojo asigna a este tipo de exploraciones que constituyen un género fronterizo y deliberadamente híbrido. Una combinación entre la narratividad de la novela y el discurso figurado de la poesía.

Una de las intenciones que subyace en el (¿la?) “novelema”, explica González Rojo en la “Antesala”, consiste en sustituir los elementos esteticistas por inquietudes existenciales, en aras de la reivindicación de la anécdota en el poema lírico.

Los colmillos del dragón evocan indefectiblemente los postulados de la etapa poeticista. González Rojo abandonó el poeticismo en la década de los cincuenta; no así las intuiciones de entonces. El movimiento de juventud se transformará en un laboratorio poético en el que González Rojo continuará experimentando. Los vínculos son, en muchos casos, evidentes, pero lo importante no es cuanto se apega (o retoma) esos ideales juveniles, sino como se reformulan con los años. Si las similitudes son apreciables, las diferencias son, en cambio, sugerentes, agudas, perspicaces… Acaso la importancia del movimiento radique en los frutos tardíos (las “cicatrices del poeticismo”, como ha señalado Evodio Escalante): obras que ya no se reconocen dentro de esa esfera, pero que, sin embargo, no hubieran sido posibles sin dicho antecedente.

III

Los colmillos del dragón adaptan el ciclo mitológico de los cadmeos. Las tragedias de Esquilo, Eurípides y Sófocles inspiran la anécdota que González Rojo reescribe, resignifica. El poema arranca con la figura de Cadmo, fundador de la estirpe tebana:


¿El cielo se agrietó un día

para decir la boca que,

desde el trono del imperativo,

se puso hablar?

¿Las nubes, mudando de quehacer, chispearon

sílabas hablantinosas

sin otra humedad que la de la saliva de Palas Atenea?

No sé, pero:

“Seguir las pisadas de la vaca”

fue la orden de la diosa a Cadmo, fundador de pueblos.

 

 En Los colmillos del dragón, el cielo “habla”, las nubes chispean “sílabas hablantinosas”. Objetos y emociones asumen la inquietud humana; la voz del pasado. La prosopopeya, apuntó en su momento Paul de Man, hace hablar a los muertos. No es casual que dicha figura retórica, hermana de la metáfora, sea la predilecta para la evocación. El título de este poema alude al momento en el que Cadmo, tras asesinar al dragón —hijo de Apolo que obstaculiza la fundación de la ciudad— planta bajo la tierra los colmillos del monstruo, de los que nacerá un nuevo linaje de guerreros: los tebanos. El cuidado de la semilla es una figuración del renacimiento; el árbol genealógico, así, encarna una hermandad de raíces peregrinas.

  La figura de Edipo, medular en ciclo tebano, también es un hilo conductor en los capítulos centrales de este poema. En el capítulo quinto, “La Esfinge”, Edipo tiene que descifrar la adivinanza a partir de pistas confusa y abigarradas, si no quiere morir devorado por sus fauces. Edipo, sin embargo, tiene una epifanía; realiza el “hallazgo”:


[…] la Esfinge,

adicta a la sangre humana,

se entrega a la faena de siempre,

mientras Edipo,

se pone a meditar en lo escuchado.

Lo hace de manera intensa, profunda.

Se pregunta por el secreto de los enigmas,

descubre poco a poco el mecanismo

de su misteriosa fabulación,

el motor invisible que los hace moverse,

como ese poquito de vida

que impulsa al más pequeño de los gusanos.

 Este pasaje me parece sumamente significativo, por las referencias implícitas a la concepción poética del propio González Rojo. No sería muy descabellado imaginar a Enrique como una suerte de Edipo que, parado frente al secreto de los enigmas, de los misterios, ya no de la Esfinge, sino de la poesía, a la representa, “se pone a meditar en lo escuchado”. González Rojo descubre, poco a poco, el “mecanismo” que da vida, el “motor invisible” que hace posible la irrupción de la poesía.

“Mecanismo” y “motor” son palabras propias de la jerga poeticista. La crítica ha señalado —y consignado— ese aspecto mecanicista en el pensamiento literario del autor, pero acaso no se ha reparado lo suficiente en el trasfondo: mirar la poesía como un proceso de manufactura es asumir que la construcción de lo literario es ante todo un ejercicio racional en el que no cabe la improvisación.

 

 

IV

La reelaboración que presenta González Rojo contempla a los personajes señeros del ciclo tebano: Cadmo, Lábdaco, Layo, Yocasta; Edipo y sus hijos e hijas: Polinices y Eteocles; Antígona e Ismene. La saga de los cadmeos concluye con los avatares que signaron a uno de los personajes más visitados de la actualidad: Antígona. Pero, como en las tragedias griegas, el verdadero protagonista es el destino.

Los colmillos del dragón remite a un ciclo mitológico reconocido. González Rojo no altera la anécdota, pero sí la inserta en un mundo contemporáneo; la actualiza. Lo importante es, en todo caso, la forma en la que el poeta nos acerca a una historia.


V

Para quien ha tenido la fortuna de acercarse al ensayo filosófico de González Rojo, leer su poesía reviste de guiños a su bagaje conceptual. Los personajes funcionan, las más de las veces, como filtros ideológicos con los que el poeta sugiere algunas aproximaciones a su pensamiento filosófico. Así, por ejemplo, Ismene explica “la lucha fraticida” entre sus hermanos Eteocles y Polinices, presas de un “maldito frenesí”, a través de las ideas filosóficas del autor:


¿Qué es el “maldito frenesí”

del que habla Ismene?

Es una pulsión.

Un fuego con pretensiones de eternidad

en el hondón del alma.

Un ahínco encajado en las vísceras.

Un poner los dientes y las uñas

al servicio de lo “propio”.

 

   Se trata de la “pulsión apropiativa”, una idea que González Rojo desarrolla en su “Teoría de las pulsiones”. En el libro En marcha hacia la concreción. En torno a la filosofía del infinito (2007) presenta formalmente su teoría, según la cual “la pulsión apropiativa” forma parte de un instinto humano que se caracterizaría por el deseo de poseer.

Esta es, apenas, una de las conexiones que el autor establece entre su ejercicio de creación poesía y reflexión filosófica.  Dejo a los curiosos en placer de hallar otras evocaciones en el poema.

 

VI

No quisiera concluir este acercamiento sin mencionar el cambio de paradigma que supone la aparición de un libro de Enrique González Rojo Artur en el catálogo de una empresa dependiente del Estado como lo es el Fondo de Cultura Económica. González Rojo fue siempre un pensador incómodo, disidente, heterodoxo, incluso; su obra, radical y atípica en muchos sentidos, ha padecido la censura política e incluso la desaparición sistemática, como sucedió a finales del siglo pasado con títulos como El rey va desnudo o El rey se hace cortesano, en los que denunciaba los vínculos entre Octavio Paz y el salinismo. Su poesía, asimismo, se ha desarrollado en los márgenes estéticos predominantes: su apuesta lírica es siempre sui géneris, personalísima, y por ello, sumamente diferente. (Quizá en ello radique cierta exclusión su obra en el panorama literario).

La publicación de Los colmillos del dragón en el Fondo de Cultura Económica augura una necesaria revitalización de la empresa editorial; y la apertura es algo fundamental que, también, debemos festejar.



              Homenaje a Enrique González Rojo Arthur. 

             La poesía  en el maestro filósofo.     

       Facultad de Filosofía y Letras, UNAM

            30 de septiembre de 2008.            

 

*Enrique González Rojo Arthur. Los colmillos del dragón. (La saga de los cadmeos). México: Fondo de Cultura Económica, 2021. 


lunes, 1 de julio de 2024

Cuestión de estilo: Donato Di Poce



Ma se un giorno scoprissi d’essere un poeta

un silenzio scolpito nell’urlo della Storia

io con ammirazione mi ucciderei.

 

Pero si un día descubro que soy un poeta

un silencio esculpido en el grito de la Historia

yo con admiración me suicidaría.

 

Donato Di Poce

 

Donato Di Poce es un creador polifacético cuya apuesta habita en un cruce entre la poesía, el aforismo, la fotografía y las artes visuales. Suele definirse como “ex poeta”, etiqueta que explica en buena medida las preocupaciones centrales en su quehacer literario: el cuestionamiento de la figura del poeta y —más importante aún— la naturaleza de eso que llamamos “poesía”.

   Parece claro: quien se define como “ex poeta” acentúa una distinción, marca una distancia que puede leerse como una suerte de disidencia: Questione di stile (Cuestión de estilo, Eretica Edizioni, 2022), ahonda y confronta convenciones en torno a la poesía y al poeta. Los poemas de este volumen enarbolan una crítica sutil a las figuras que solemos ubicar entre los que se autodenominan “poetas”: los académicos, los aficionados, los rebeldes o incluso “malditos”, los laureados y los que, sin tener esas credenciales (e incluso esas aspiraciones), buscan “una página de cielo”, es decir, la poesía en su esencia.

  Questione di stile / Cuestión de estilo también es una loa personalísima: Di Poce homenajea a la poesía al recorrer la huellas que en él han dejado sus poetas favoritos (Leopardi, Ungaretti, Saba). Invita a recuperar el acto poético como la búsqueda primordial de la belleza. Se trata de una poesía directa, diáfana muchas veces, en la que la sencillez aparente sugiere matices y devela una mirada siempre dispuesta a encontrar la belleza donde no se le esperaba. Pues, para Di Poce, la vida —y no la poesía— es una cuestión de estilo. 


Cuestión de estilo

 

Tus versos son grises –me dijeron–

Carecen de estilo 

Parecen cuentos inconclusos.

 

Quizá no saben que la Poesía

Me trasforma continuamente

Un día soy kurdo, el otro albanés

Otro más, soy un tren

Golpeado por error por un misil americano.

 

Creía haber nacido para escribir Aforismos

Pero la Prosa de la vida me confunde las ideas

Y quizá mañana seré dentista, médico, jardinero.

 

¡Yo lo sé! No soy un Poeta

Pero la poesía duerme a mi lado

Con una caja de colores en el bolsillo.

 

Yo no sé qué es la Poesía

Pero la vida, créanme,  

Es una cuestión de estilo.




Mis poetas favoritos

 

Leopardi, por respirar

El infinito hasta el último momento

Saba, por ser honesto con todos

Incluso consigo mismo.

Ungaretti, por buscar la inmensidad

En una sola palabra.

Sereni, el más grande Poeta

Del silencio creativo.

Penna, que pasó la vida escribiendo.

Pasolini, por su carta al Papa

Y sus herejías.

Caproni, por haber recogido todas las palabras

Que huyeron de mi alma.

Roversi, por escribir

Un libro que no existe.

Rimbaud, porque juega al ajedrez con Duchamp.

Apollinaire, porque amaba el Arte.

Withman, porque se dormía entre las hojas.

Celan, por sobrevivir a la Historia.

Rilke, porque vivió diez años sin escribir nada.

Pessoa, por su ojo Japonés.

Prevert, porque amaba a la gente.

Borges, porque sólo veía con la imaginación.

Giordano Bruno, porque me ha dictado

Los Aforismos Satánicos.

De Andrè, porque era un Poeta

Que también sabía jugar.

 

Y pensar que yo

Estaba a punto de convertirme en escritor.




Las lágrimas del diablo

 

Théophile Gautier

 

Amaba las palabras hechas de aire y de tierra

Busqué cómo ser agua y fuego

Un aliento de amor

Entre la humillación y el éxtasis.

Tocaba lo invisible con la mano

Y respiraba cuerpos distantes

Milímetros y milímetros de por qué.

Por ti fui fruto y sueño

Pero quizá sólo era un golpe del viento

Que buscaba en el abismo

Las raíces de su soledad

Como un silencio de nieve

Que se derrite entre las languideces 

De un cuerpo mal amado

Y las lágrimas del diablo

Que encienden en las llamas del Universo

El alfabeto de una redención imposible.




No asesinen a los poetas

 

Para Guillaume Apollinaire y Sergio Gabriele

 

No sabemos nada de los Poetas

De los verdaderos entendámonos

De los que encantan cuando no molestan.

 

De los demás se sabe, hay de Poetas a Poetas

Como hay de Hombres a Hombres

Yo no hablo de los Poetas enrolados

En la feria del escándalo

Ni de los del párpado dorado.

 

Pienso en esos Poetas

Que hablan una sola vez

Y en los que piensan por todos

Y arden una vida entera en el silencio.

 

Pienso en Poetas muertos

Por exceso de amor, exceso de soledad

Y quizá nos dejaron

Una leve sonrisa, un abrazo inconcluso

No en los que te lapidan a halagos

Y después te destrozan el Alma

Dejándote marchitar en el estiércol cotidiano.

 

Ahora que no escribo más, no hablo más

No pienso ni siquiera en voz alta

Y me contento con vivir a la sombra de los besos

Entre las cicatrices de una estrella

Y la sonrisa de una morena gentil

Solo les pido no asesinar a los Poetas.

 

Pero si un día descubro que soy un poeta

un silencio esculpido en el grito de la Historia

yo con admiración me suicidaría.




Tantos tantos poetas

 

En una habitación había tantos Poetas

Estaban los famosos, los Académicos,

Los aspirantes al Nobel

Los debutantes y los más o menos,

Pero eran tantos, tantos Poetas.

 

No faltaban las damas de honor frau – frau

Las adoradas musas de la nariz para arriba

Ni las viudas en duelo pero sin tabú.

 

Todos medían miradas, palabras y gestos

Alguien sonreía de lejos

A otra persona que fingía no verlo

Se miraban, se ignoraban, se reflejaban en los otros

Estaban todos ahí

Y eran tantos, tantos Poetas.

 

Yo que llevaba en el bolsillo

Tres barcos de tinta  

Dos páginas de cielo

Y un Amor invisible

Fingí estar allí por casualidad

Estar allí por error

Pero cuando ya me iba

Alguien dijo.

“¿Pero tú no eres un Poeta?”

¡Sí! –respondí– pero sólo un poco.



Tanto tanto poeti / Lectura de Sergio Carlacchiani: 


https://www.youtube.com/watch?v=2gs8uMSPYqQ


Tanto tanto poeti

 

In una stanza c’erano tanti Poeti

C’erano quelli famosi, gli Accademici,

Gli aspiranti Nobel

Quelli esordienti e quelli così così,

Ma erano tanto, tanto Poeti.

 

Non mancavano le damigelle frau – frau

Le adorate muse dal nasino all’insù

Né le vedove addolorate ma senza tabù.

 

Tutti misuravano sguardi, parole e gesti

Qualcuno sorrideva da lontano

A qualcun altro che fingeva di non vederlo

Si guardavano, s’ignoravano, si specchiavano

C’erano proprio tutti

Ed erano tanto, tanto Poeti.

 

Io che avevo in tasca

Tre barchette d’inchiostro

Due pagine di cielo

E un Amore invisibile

Finsi d’essere lì per caso

D’esserci per errore

Ma mentre andavo via

Qualcuno disse.

“Ma tu non sei un Poeta?”

Si! –risposi– ma solo un poco.




Donato Di Poce es un poeta, fotógrafo, artista visual y crítico literario nacido en Sora, Frosinone, Italia, en 1958. Ha publicado más de una veintena de títulos de poesía, más de 40 libros de artista para la mítica editorial Pulcinoelefante y numerosos compendios y ediciones de crítica sobre poesía, fotografía, pintura y artes visuales. Entre sus títulos más recientes se encuentran el estudio Giordano Bruno. Un poeta al rogo (Eretica, 2021), el libro de poemas L’altro dire (Helicon, 2020) y la compilación de pintura y fotografía Poetiche dell’invisibile (I Quaderni del Bardo, 2020). Es uno de los aforistas italianos más prolíficos: cuenta con una decena de títulos, entre los que destacan Taccuino Zen (I Frutti dell’Albero Edizioni, 2003), Poesisimi (Onirica Edizioni, 2012), Lampi di leggerezza (Acquaviva Edizioni, 2017), Poesismi Cosmoteandrici (I Quaderni del Bardo, 2018) y Una virgola per pensare (I Quaderni del Bardo, 2022). Editó, en coordinación con Hiram Barrios, la antología bilingüe Silenzi scritti. Aforismi / Silencios escritos. Aforismos (I Quaderni del Bardo, 2020), que congrega a 14 aforistas actuales; 7 italianos y 7 mexicanos.  Algunos de sus libros se han traducido al inglés, al español, al árabe y al rumano. Reside en Milán desde 1982. 


 

viernes, 28 de junio de 2024

El cuento más corto...

 

 


Durante mucho tiempo se afirmó que “El dinosaurio” de Augusto Monterroso era el cuento más corto escrito en español. Aunque la historia que narra es sumamente conocida —y más aún, reconocida por los lectores— no está de más recordar el relato incluido en Obras completas (1959): 


El dinosaurio 


Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. 





Con nueve palabras, contando el título, “El dinosaurio” de Monterroso se colocará como el cuento de referencia al hablar de brevedad narrativa, y aún pasarán algunos años antes de que aparezcan otros que puedan disputarle el título del más corto. 

Al iniciar el siglo XXI, sin embargo, el boom de lo mínimo motivará la creación de textos sumamente breves que desafían de muchas maneras al lector. En estos momentos no son pocos los cuentos que tienen menos palabras que el consagrado dinosaurio (y son tantos que podrían hacerse, al menos, un par de antología con éstos). Uno de los más conocidos se debe a Luis Felipe Lomelí, del libro Ella sigue de viaje (2005): 


El emigrante 


—¿Olvida usted algo?      

                                               

— ¡Ojalá! 


Al año siguiente, el escritor español Juan Pedro Aparicio presenta éste en La mitad del diablo:   


Luis XIV 


Yo. 


Una versión semejante se debe a Aloé Azid, incluida en Mil y un cuentos en una línea (2008):  


Autobiografía 


Yo.   


Las ficciones cortas suelen apropiarse de discursos ajenos a lo narrativo, y en ocasiones alejados de lo literario. Así sucede con el eslogan publicitario, la adivinanza, el chiste o el epitafio, que se ha consolidado como un molde recurrente para la escritura breve. Marcial Fernández, en Andy Watson, contador de historias (2005), escribe:  


Epitafio de Borges 


Aquí yace el otro. 

           

   En Mini (2015), el narrador argentino Marcelo Gobbo confecciona uno de los más audaces:   


Epitafio para un microrrelatista 

                        

. 


El acierto del cuento estriba en la combinación de un título sugerente cuya expectativa absorbe un signo de ortográfico: el punto final. El epitafio narra, sin embargo, un suceso elíptico y enuncia una suerte de manifiesto.  

Es curioso, por otra parte, advertir historias sugeridas, ficciones súbitas, por así decirlo, dispersas en libros que ostentan otros rótulos genéricos. Las hay lo mismo entre poemas (o poemínimos como los llamó Efraín Huerta), que entre aforismos, paradojas o imágenes líricas al estilo de la greguería. Mucho antes de Monterroso, el escritor mexicano Carlos Díaz Dufoo, hijo, atinó algunos relatos mínimos en sus Epigramas (1927): 


En su trágica desesperación arrancaba, brutalmente, los pelos de su peluca. 


Y hay algunos más cortos que el famoso dinosaurio:  


Hizo muchos planes. No cumplió ninguno. 


Nótese la ambigüedad con la que Díaz Dufoo, hijo, nombra a sus creaciones: Epigramas. Los escritos que conforman dicho libro ostentan un corte a veces aforístico, a veces lírico, a veces narrativo, pero poco se asemejan a lo que se ha entendido por “epigrama”, por lo menos en el sentido clásico del término. Este tipo de ficción elíptica, que suprime incluso el título, será común en los títulos de eso que se ha llamado, en honor a Juan José Arreola, “varia invención”. Así, por ejemplo, estos de “anuncios” de Guillermo Samperio, tomados de La brevedad es una catarina amarilla (2004):

  

Cambio niño berrinchudo por guante de béisbol. 


* 


Remato cuerda para suicidas. 


El día de hoy, como se ve, las nueve palabras de Monterroso ya han sido rebasadas. En otras lenguas se ha sugerido incluso, para escritos breves afines, una extensión de palabras menor a la del dinosaurio, como es el caso del aforismo italiano, que ha decir de Gesualdo Bufalino, “tiene todo en ocho palabras”: Un aforisma benfatto sta tutto in otto parole (Un aforismo logrado tiene todo en ocho palabras).  Palabras que, pese a su filiación con lo lapidario o lo sentencioso, suelen evocar una historia, como en este ejemplo del también italiano Beno Fignon, que se ajusta al rango sugerido por Bufalino:  


Pasqua  


Modestia di GesùE’risorto senza telecamera 

 

Pascua 


La humildad de Jesús: resucitó sin videocámaras.   


En el inglés la extensión convenida son las seis palabras, acaso por el conocido relato atribuido a Hemingway:  


For sale: baby shoes, never worn.  


Vendo zapatos de bebé, sin usar. 


De hecho, en 2006 la revista Wired convocó a una treintena de escritores a homenajear el cuento atribuido a Hemingway con creaciones de seis palabras. Aquí un par de ejemplos del dossier titulado Very Short Stories: 

 

He read his obituary with confusion. 


Muy confundido, leyó su propio obituario. 


Steven Meretzky.  


*


It cost too much staying human.


Era muy caro seguir siendo humano. 


Bruce Sterling. 


El escritor mexicano Édgar Omar Avilés propone el término de “picoficción” para aquellos cuentos cuyo límite son las seis palabras y entre los ejemplos que aporta para convalidar su moción descuella este de Fran Kafka que, sin embargo, ha sido catalogado como un aforismo:  


Ein Käfig ging einen Vogel suchen. 


Una jaula salió buscando un pájaro.  


Las suspicacias que generan estos escritos son inevitables. La brevedad orilla a lo proteico, y en estas paradojas de la escritura, la facilidad con la que el creador transita de un género a otro será después la dificultad de la crítica al momento de clasificar o incluso valorar las apuestas y los resultados del escritor. 

Asentada la brevedad como uno de los ideales estéticos del momento, no es de extrañar la proliferación de relatos o ficciones ultracortas, y una de las consecuencias inmediatas de este auge se refleja en las ya numerosas antologías dedicadas a la narrativa breve. Los compendios, sin embargo, suelen reunir ejemplos variopintos de muy distintas extensiones. Conviven en un mismo espacio los cuentos de una cuartilla (400 o más palabras) con aquellos textos de difícil clasificación que sólo alcanzan una línea (entre 12 y 20 palabras, aproximadamente). Sin embargo, en éstas no es difícil hallar  cuentos más cortos que el emblemático dinosaurio. Rony Vázquez Guevara, por ejemplo, en Circo de pulgas. Minificción peruana (2012) compila éste de Cristián Ahumada Heredia:  


Creación 


Soy Dios. El resto es invención mía. 


Uno de mis favoritos aparece en la antología de Paola Tinoco, Mexicanos en una nuez (2013), y se debe a Élmer Mendoza:  


Callejón sin salida 


BANG. 


En Por favor sea breve 2 (2009), antología preparada por Clara Obligado, se recoge éste de Guillermo Samperio: 


El fantasma 


Tras el título viene una hoja en blanco a la manera del arte conceptual. Éste se ha tenido como el cuento más breve de las letras hispanoamericanas, sin embargo, existe otro relato con igual número de palabras que ha pasado inadvertido. Me refiero al escrito por Sergio Golwarz en Infundios ejemplares (1969): 


Dios 


Dios.  



Y aún hay otros que se sólo cuentan con una palabra, como este de Marcial Fernández, extraído de Andy Watson, contador de historias
(2005), lectura obligada para los interesados en la brevedad narrativa:  


Alzhéimer  


Las nueve palabras del “El dinosaurio” se antojan enormes frente al cuento de Marcial Fernández. Monterroso es, sin embargo, el iniciador de una novedosa forma de asumir la brevedad en el ejercicio creativo en las letras. Su apuesta permitió una nueva manera de concebir lo literario y abrió las puertas para un intenso debate, aún vigente, que ha cuestionado tanto las fronteras genéricas, como los protocolos de lectura —habrá quienes se pregunten si en verdad hay una “historia” o una “ficción” en algunos de los ejemplos aquí mencionados—; un debate aún inconcluso que ha enriquecido a la crítica, a la teoría y a la historia de la literatura.  

Contar las palabras para decidir si un cuento es o no breve, además de ocioso, resulta un tanto arbitrario. Sin embargo, no parece haber otra forma de cuantificar la extensión. Acaso entre los ejemplos aquí aludidos pueda estar ese cuento más corto…  

 

 

 

 

 

 

 

Publicado en Tardes Amarillas. Revista de Cultura (Buenos Aires), año 5, núm. 67, julio de 2019.


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