Aldo Nove o la literatura de la pudrición
Un joven que, desconsolado y ofendido, rompe a martillazos los cráneos de sus padres porque usan un gel de baño que considera “ridículo”; una pareja de desquiciados que entrena sexualmente a sus hijos adolescentes para evitar que el comunismo resurja (¿!); un hombre que guarda mierda en los cajones de su armario, por el simple gusto de coleccionar algo distinto; u otro más que, hundido en la soledad, satisface su lujuria con la lengua de su gato… Estos son algunos de los argumentos que ejemplifican una obra tan sui géneris como lo es Superwoobinda de Aldo Nove. Los personajes de este libro narran sus hazañas y desventuras en primera persona, como si se trata de una suerte de confesión. Pero no una confesión en privado, ante un cura que habría de absolverlos, sino una confesión pública llena de presuntuosidad y exhibicionismo, como si estuvieran frente a las cámaras en medio de un talk show. Esta comparación es quizá la...






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