No se florece sin una buena dosis de locura: Giorgia Deidda
Giorgia Deidda explora el dolor y el sufrimiento. Su poesía está marcada
por signos que auguran un “renacimiento”, como si exigieran un florecer en
medio de un mundo que se marchita. Un canto de desolación del que nace el
abrazo, la caricia, la palabra de aliento: la raíz del llanto convertida en
esperanza. Los poemas de Deidda nos hablan de la vulnerabilidad de la vida, del
abandono y la soledad que suelen ser nuestras incansables compañeras.
En la poesía de Giorgia hay culpas y remordimientos. Todo languidece. La hoja que cae, sin embargo, vuelve a crecer. El otoño es entonces un momento de cambio, un instante que representa la evolución de un ser en busca de libertad, en aras de hallarse a sí misma. Pero, para florecer, es necesaria una dosis de locura; pero no mucha: sólo la suficiente para clamar por la poesía.
Renacimiento
Quédate conmigo más allá de la orilla, tras el bosque
quédate conmigo y escucha;
este es entonces el cielo: una gran suspensión.
El corazón de los hombres es ahora cosa vieja.
Yo veo en las calas del cuerpo, dentro de los ojos,
atisbo lo visible y lo invisible, estudio la ciencia de la
gente,
lo que dice y lo que no.
Escribiré sobre tus cabellos y tu boca,
que se enrizan un poco
cuando enfureces,
y luego escribiré sobre las veces que hablamos
sin siquiera hablar,
de las batallas de los horrores de la guerra,
mientre permaneces de enfrente, con el corazón desnudo
y riendo de todo esto.
Otoño
No me queda nada,
abandonada para marchitarse como las hojas en otoño
sin un recuerdo al cual aferrarme,
ni cualquier cosa
que me pueda iluminar en estas tinieblas negrísimas.
No nos encontramos,
tú estás perdido, estás más allá de la noche
más lejos de la otra punta del mundo
y me arruinaste el corazón con tus crayones
una mano de niño, débil,
pero más fuerte que mis miedos.
Cuando tengas ganas de llorar,
mi vientre será para ti
una paleta más ancha,
el círculo que todo lo crea;
seré tu madre y tu amante.
Tejidos
Desde hoy el blanco se reaviva
coge la espina de lo inexistente,
mi silabario sin condonación
con los mismas ropas todos los años,
nos desvía mientras hablamos de lo vulnerable
que somos.
Especialmente si el viento con sus dedos helados
me acaricia el rostro.
Y lanzo un grito de sombra que el mar,
oyendo,
está tosiendo y temblando.
Locura
No se florece
sin una buena dosis de locura.
Pero la buena
dosis puede volverse
una mala dosis,
como todas las cosas
llevadas al
exceso.
Cuando no se
conoce la medida,
Se arriesga el
marchitarse para siempre.
Como quisiera
frenar, frenar
la marcha en
el hilo del agua,
recostarme, aprovecharme
de esas aguas,
beberlas y renacer…
Pero la primera posibilidad,
ay de mí, la
he quemado inconscientemente.
¿Qué será del
futuro? ¿De mí?
¿Qué de todo lo
que he creado hábilmente?
¿Como he podido
escapare sin mirar alrededor…
sin observar
desde todos los ángulos?
Poesía
que floreció
en mis huesos y me separó del mundo
en millones de
piezas diferentes, porque cuando miro
al amor lo
veo similar a un árbol en fruto,
y en cada
habitación de circo vivo riendo como un payaso
y todo se
vuelve miel y hiel,
la ruina y la
salvación de la fealdad
porque cuando
la poesía interviene,
todo sale de
milagro
y la tristeza
se trasforma en un hermoso cuadro
y mi llanto,
raíz y madre
de todos los
dolores que crecen.
De: Sillabario
senza condono (2020)
Giorgia Deidda es poeta, narradora y ensayista. Originaria de Orta
Nova, provincia de Foggia. Estudió en la Universidà di Lingue en Bari. Es autora de los libros de
poesía Orlo y Sillabario senza condono,
de la novela La fenice sul filo di spago y del ensayo Psicolabile.
L’infanzia dell’infinito in tutte le sue forme: dall’apoteosi alla sconfitta.
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