Paso ligero
Las antologías suelen ser uno de los instrumentos más
relevantes —y polémicos— en el ejercicio de la divulgación de la
literatura. Por sus alcances y sus
vislumbres, son formadoras de cánones: auguran la posibilidad de posicionar (o
incluso de consagrar) a un autor o a un grupo de autores; por sus limitaciones
y sus restricciones, son objeto de cuestionamiento y debate: ser riguroso e
incluyente es una contradicción insalvable. Acaso por ello no hay antólogo que
pueda zanjar ese reclamo tan habitual de la exclusión de tal o cual nombre, que
no pasa de ser, por otra parte, un lugar común en toda ponderación que
concierne al acto de antologar. Como apuntó Iván Beltrán Castillo, poeta y
crítico colombiano: “La labor de compilar está siempre a un paso de la
infamia”.
Pero si
compilar nos deja a un paso de la infamia, no es menos cierto que también nos
sitúa a un paso de la justicia, de la entereza y la honradez intelectual. Para
Anthony Stanton, “Las antologías siempre postulan la posibilidad de una
relectura de la tradición o una parte de ésta”.
Y no sólo eso, son los termómetros con los que se mide el clima de una época,
pues “suelen surgir cuando se siente la necesidad de actualizar la relación
entre el pasado y el presente”. Dicha observación me parece crucial para
abordar el fenómeno de las antologías del aforismo en España, que desde hace
una década han venido cartografiando el renacer aforístico que atraviesa esta
escritura, ya que apunta, indefectiblemente, a una relectura de la tradición
que intenta actualizar esa relación siempre cambiante entre el pasado y el presente.
En la
última década han aparecido en España más de veinte antologías que recuperan
los caminos de la escritura aforística. Este hecho muestra por sí solo la
revitalización del género. Paulo Gatica Cote, conocedor de la tradición
aforística, hace unos años señalaba que “destacar la creciente visibilidad del
aforismo y otras formas hiperbreves” empezaba a convertirse en “un lugar
común”. Sin embargo, para quienes, como yo, nos asomamos a esa “creciente visibilidad”
con ojos de foráneo no deja de ser sorprendente —y digno de enfatizar—, pues no
es posible hallar un parangón con otras tradiciones, dentro o fuera de Europa.
Entre los compendios
aforísticos que hasta ahora se han publicado, hay los que ofrecen estudios
críticos muy sesudos, los que trazan panoramas muy atinados, los que rescatan
autores y obras del olvido, los que se organizan a partir de núcleos temáticos
o que se centran en preocupaciones más acotadas (el aforismo poético, el
escrito por mujeres, el que pertenece a tal o cual región, etc.). La aparición
de un nuevo compendio invita necesariamente a cuestionar sus aportaciones, o a
comparar el trabajo con el nutrido acervo de compendios que ya circulan. Sucede
así con Paso ligero. La tradición de la brevedad en castellano (siglos XX y
XXI) (2024) de José Luis Morante, la reciente antología publicada por la
Isla de Siltolá en su colección Levante.
Más de
cuatrocientas páginas conforman este trabajo, que incluye un estudio
introductorio, una selección de textos y una bibliografía general. En estos apartados
centraré mi comentario, pues cada uno de éstos ofrece mucha tela de donde
cortar.
Del estudio introductorio.
En primer lugar, el estudio introductorio recorre la pervivencia de las formas breves en España, repasa el renacer del aforismo y
ofrece una serie de caracteres que apuntalan a lo que denomina su “identidad
designativa”. No se trata de un acercamiento teórico, pero sí de un balance muy
meditado que recupera los aspectos más llamativos de la escritura
aforística. Dos aspectos descuellan en
el ensayo que presenta Morante: por una parte, el panorama histórico, en el que
postula tres momentos en el desarrollo de la aforística española: a) la Edad de
Plata (1902-1939), b) Posguerra y Dictadura (1939-1975) y c) Transición y
Democracia (1975-2023). La división que propone es un punto de partida
necesario para adentrarse a las inflexiones que han dado rumbo a la tradición
de la brevedad. Una de las virtudes de este panorama es que aporta una serie de
consideraciones que no sólo pueden aplicarse al desarrollo del aforismo, sino que
competen a la literatura española en general. En otras palabras, el estudio de
Morante es un preámbulo interesantísimo para repensar los vericuetos que han
abierto el camino para el renacimiento del género en España, al margen de los
avatares y vicisitudes de su historia reciente.
En segundo
lugar, brinda una biografía intelectual de los protagonistas de cada una de
estas etapas. El estudio de Morante no sólo se detiene en el quehacer
aforístico de los autores incluidos, sino que analiza el lugar que esta
escritura ocupa en las trayectorias de cada uno de los involucrados, y en las
implicaciones que esto supone en sus respectivas apuestas literarias. Una
sólida investigación sostiene los acercamientos con los que Morante presenta y
justifica las inclusiones de su antología.
De la selección de textos.
Paso ligero reúne muestras de veintisiete aforistas.
La antología arranca con Miguel de Unamuno y concluye con Erika Martínez. Incluye
autores fundacionales (y fundamentales) como Antonio Machado, Juan Ramón
Jiménez, Ramón Gómez de la Serna o José Bergamín; renovadores del género, como
Cristóbal Serra, Carlos Edmundo de Ory o Ángel Crespo; así como personalidades
en activo que han marcado un nuevo camino con sus propuestas, como Manuel
Neila, Ramón Eder, Fernando Menéndez o
Carmen Canet.
En un
momento en el que despuntan nombres, en el que se recuperan voces olvidadas o
denostadas —muchas de ellas de calidad indiscutible—, el ejercicio de selección
es uno de los retos que mejor ha resuelto el antologador, pues ha sabido
ofrecer, tanto a legos como a conocedores, una muestra mesurada y convincente
que cumple con la misión de toda antología: ser una representación del material
que se compendia, en este caso, de la tradición signada por la brevedad. Y el
acierto no solamente se encuentra en los autores seleccionados, sino también en
los aforismos de recoge de cada uno de los incluidos. Morante, lector agudo y
poseedor de una sensibilidad envidiable, ha sabido escoger aquellas esquirlas y
aquellos dardos que mejor ilustran las potencialidades (y las dificultades) del
escribir en breve. Lo que me lleva a un último punto, aunque no menos
importante:
Bibliografía y anotaciones al margen.
Aunque la bibliografía de este estudio es, como el propio
antologador nos anticipa, tan solo un muestrario general, a lo largo del
trabajo ofrece una particularidad que no se encuentra en otras antologías del
aforismo, y que constituye otra de las fortalezas del libro: las notas al pie
de página. Las anotaciones son hallazgos que iluminan la lectura. Con un bagaje
cultural que delata a un lector infatigable, Morante explica detalles,
sutilezas y alusiones que completan el sentido o la intención de ciertos
aforismo. Lo mismo explica el origen de algunas frases o pensamientos que se
parodian o se replican, que las implicaciones o los referentes que pone en
juego el aforista para dar una vuelta de tuerca.
Las notas
no son exhaustivas, pero sí resultan muy puntuales y oportunas. El ejercicio de
clarificación y de explicación de los textos hacen de este libro una lectura
amigable y enriquecedora.
Paso
ligero es, en suma, una atinada relectura de la tradición de la brevedad
que actualiza uno de los fenómenos más complejos e interesantes de la
literatura española contemporánea: el renacer del aforismo. Es también un
diálogo fructífero entre el pasado y el presente que demuestra que, pese a los
numerosos empeños por compendiar este género, aún hay mucho por decir en el
estudio de las formas breves, y mucho que rescatar para una valoración más
abierta y puntual.
Muestra de aforismos
Morir como Ícaro vale más que vivir
sin haber intentado volar nunca, aunque fuese con alas de cera.
Miguel de Unamuno.
Cada mañana, al despertar, me
arruino.
Juan Ramón Jiménez.
El buen escritor no sabe nunca si
sabe escribir.
Ramón Gómez de la Serna.
Mi acusada imparcialidad, impropia
de un español.
Juan Gil-Albert.
¿Cómo pueden vivir los que creen
que todo está escrito?
Max Aub.
El ciego no tiene noción de la
oscuridad; tampoco el ignorante la tiene de su ignorancia.
Cristóbal Serra.
La física nuclear no me sirve para
comprender por qué lloro por amor.
Carlos Edmundo de Ory.
Todo poeta debería escribir para
destruirse: para que el último poema hiciese olvidar a los demás.
Ángel Crespo.
Morir debe ser fácil. Lo peor son
los preámbulos.
Dionisia García.
Regalar libros que nos gustan es la
forma más generosa de ejercer la crítica literaria.
Ramón Eder.
Bañarse en la oscuridad de uno
mismo.
Fernando Menéndez.
La vida es un borrador que no se
puede pasar a limpio.
Carmen Canet.
Sencillo a veces; simple jamás.
Juan Varo Zafra.
El mar es un monólogo interior.
Erika Martínez.
*Paso ligero. La tradición de la
brevedad en castellano (siglos XX y XXI), edición, selección y prólogo de
José Luis Morante. Sevilla: La Isla de Siltolá, Colección Levante, 2024,
434 pp.
Un abrazo fuerte y agradecido por tu atención lectora y siempre un privilegio tu sabiduría aforistica y tu amistad.
ResponderEliminar