Poesía desde el helicóptero: Moka

                  

El término “vacío”, “bolsa” o “pozo de aire” alude a la sensación que se percibe cuando una aeronave atraviesa una zona en la que el flujo del aire provoca turbulencias. La caída es súbita; el vehículo se precipita de golpe, y aunque el descenso tan solo sea de unos metros, la impresión a bordo es la de una caída en picada.  Con este evocativo nombre, Moka (Monica Zanon) presenta su poemario Vacíos de aire (Vuoti d’aria, 2021), una colección de poemas donde la turbulencia se develan como núcleo de una indagación en la que volar y aterrizar (símbolos de la tierra y el aire) construyen una poética de imágenes opuestas y complementarias. 

    En este poemario la turbulencia es el momento clave: es la sacudida que permite repensar el mundo, situarse en él para habitarlo. A decir de Moka, el “vacío de aire” —término equívoco ya en la aeronáutica, ya en el habla cotidiano— es “la metáfora perfecta que representa lo que sucede en mi vida: la dinámica de la turbulencia desestabiliza la cotidianidad (re)enviándome a la maravilla, al diálogo con la poesía, porque el vacío de aire es el detonador para comprender la totalidad”.

             Simone Santi —prologuista de este poemario y del anterior, Nella mia selva si sgomenta la tigre (2017)—, considera que Vacíos de aire es un libro que se muestra la madurez de una poeta que ha ido forjando su propia voz. Con este título, apunta Santi, en Moka se ha vuelto reconocible la autenticidad de una apuesta personal.  No podría estar más de acuerdo.

La poesía de Moka destaca por la capacidad de sugerir desde una mirada infantil. Sus versos persiguen ese vitalismo que sólo en la infancia nos permite descubrir el mundo con encanto. Si, como Baudelaire decía: “El genio es la infancia recuperada a voluntad”, habría que reconocer que en este libro hay un intento, bastante logrado, de recuperación de la memoria; no una “genialidad poética”, pero sí una apuesta sólida que se encamina a corroborar esa afirmación baudeleriana.


        Antonov AN-12


        En la noche lacustre

        las estrellas sumergidas

        siempre vuelven a aparecer,

        el soñador las cuenta

        —una a una—

        aguarda treinta mil

        pies sonoros

        para cerrar los ojos

        y seguir soñando,

        los labios se extienden

        en el vuelo

        se vuelve grande

        y se permanece niño,

        en el trazo del sonido

        está la forma de los sueños.



        La impaciencia de la poesía


        Envuelta en un overol de mecánico,

        con la melancolía líquida en el pecho,

        quisiera pilotear un helicóptero

        solo en autorrotación recupero los latidos,

        pero la impaciencia de la poesía

        me ha enseñado a volar.


        Infancia (perdida, renovación)

 

        Hacerse grandes para llenar

        el vacío absoluto,

        Saborear la bondad de las cerezas

        escupir los huesos bajo el árbol

        para volver a ser niños.


        Un mundo propio  

 

        Me sumerjo en un mondo propio

        El sonido del helicóptero

        El vacío,

        sé cuándo viene la tormenta del Lago:

        la voz del viento recoge tierra blanca y luz,

        la lluvia exalta el perfume del jazmín

        juntos llega una hora del día

        en la que quisiera abrazarte.

 

        El Lago es respiración profunda

        oscuridad que rasga lúcidos sueños,

        pienso cuántas cosas tengo por decir

        paseando puse sobre mí

        perfume de rosas y de higos.



        La Granada y la Luna

 

        La Granada

        besa a la Luna,

        el chasquido

        deja un vacío blanco

        en el cielo.

 

        Preguntas feroces

 

        Necesito la vibración

        de tus ojos líquidos,

        desde que nos despedimos  

        en los buques,

        te busco aún entre la multitud,

        en el azul del anochecer

        hay preguntas feroces:

        nuestros diques

        no resistirán mucho tiempo


De: Vuoti d’aria (Le Mezzelane, 2021).

 

 

 

Moka (Monica Zanon).  Poeta, fotógrafa y novelista. Nació en pleno invierno de 1982 en la orilla piamontesa del Lago Maggiore, al que define como la clave para leer su estado de ánimo. Desde la adolescencia se acerca a la poesía y encuentra en ella su modo de comunicarse con el mundo. En 2014 fundó la Associazione Licenza Poetica, desde la que gestiona y difunde eventos literarios. Editora de la colección digital “I Girini” de poesía de Il Babi Editore.

Ha publicado, entre otros, Amanti di carta (prosa poética, a cuatro manos, 2011), Nessuno è innocente (poesía, 2013), Tutte le parole del mare (novela epistolar, 2015), L’orso logorroico (poesía, 2016), Difettosa (poesía y fotografía, 2017), La casa dell’indigeno (poesía e fotografía, 2017), Nella mia selva sgomenta la tigre (poesía, 2017), Un tempo assente (poesía, 2019) y Metamare (prosa poética, 2021).

        Moka es perito mecánico y trabaja en una empresa de mantenimiento de helicópteros. La poesía y los helicópteros son para ella dos elementos fundamentales, pues conforman la dualidad necesaria para observar y entender el mundo.


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