Estoy harto de leer poemas que no entiendo. Ulisse Casartelli
Los poemas transcritos aquí pertenecen a mi período de
hospitalización que comenzó el sábado 25 de junio y finalizó el lunes 22 de
agosto de 2016.
Todos fueron concebidos con mi
Olivetti 22 que me donó Massimiliano Sarti y luego fueron lentamente colgados
en la pared. El orden de transcripción sigue fielmente el orden cronológico y
evolutivo de mi estadía y psique.
Ulisse
Casartelli
[Dejar mi
cama]
Dejar mi cama
mi ventana
mis hijos.
Dejar mi cabaña
las limas
las canciones de cuna de Matilde.
Dejar los momentos
en los que a veces descubro que me amas.
Todo por una prisión
en la que acostado en la oscuridad
oigo bailar a la persiana
y un partido de futbol
desde la ventana.
En el pasillo, la enfermera grita a los pacientes
no pasear desnudos
aunque aquí
todos estemos
desnudos.
Me han quitado todo
incluso el cortauñas,
pero no mi alma
esa no.
Escucho
el aire fresco
venir
desde las colinas,
por
un momento la certeza:
no
estoy abandonado.
[Una
cobra mordía los tobillos]
Una
cobra mordía los tobillos
las
sábanas de flores
la
tenían oculta.
El
veneno entraba
entraba
y
no entendía
¿por
qué tanto dolor?
Locura
ahora
te veo
aferrada
con los dientes
en
mis talones.
No
te preocupes
también
hay espacio para ti,
esta
mañana
tomo
la flauta
y
la tocaremos juntos.
[En
el cuarto número 9]
En
el cuarto número 9
está
Carlos,
dice
que es arquitecto
diplomado
en Righi
nacido
en Londres.
Lee
la Biblia
y
afirma que su padre
le
habla a sus espaldas.
El
enfermero asiente
preocupado
que “Carlos” tome sus medicinas.
Al
llegar a mi cuarto
me
llama Enrique,
le
explico que ese es uno de mis tres nombres
¡el
primero es Ulises!
Nací
en Caracas
allá
es común tener tres nombres.
El
enfermero asiente preocupado que tomé mis medicinas.
Pruebo
a insistir
¡Mi
historia es real!
Aunque
en el fondo
yo
también soy “Carlos”.
Mañana
Abro
las ventanas
con
los nocturnos de Chopin,
las
sábanas aún calientes
me
protegen del mundo.
Más
allá de los barrotes
una
brisa transparente
me
acaricia con un escalofrío.
Busco
paz con el mundo
esperando
que el mundo
quiera tenerla conmigo.
Querido doctor
Sentados
en fila como plantas muertas
esperamos
horas para ser escuchados cinco minutos.
El
doctor tiene una bata blanca,
apenas
sonríe y tiene los ojos azules.
Parece
bueno
y
nosotros ingenuos
solitarios
dejamos
nuestra vida en sus manos.
Su
bata papal lo protege
de
los monstruos que tiene delante.
Quizá
piensa en su perro salchicha que tiene tos
y
en la vieja esposa marchita
perdida
en algún coctel.
Al
atardecer nos cruzamos en el parque:
“¡Buenas
noches, Doctor!”
Él
esboza una mueca con dificultad...
Una
flecha me golpea
la
humillación habla claro:
ustedes son los enfermos.
Por
una sonrisa
Irina
entra con el rostro helado
enojada
se mueve bruscamente,
le
agradezco siempre
y
sin mirarme
sale
de la habitación.
Así
en la comida, igual en la cena.
Irina
no ve a quién tiene alrededor,
un
cocodrilo le come el estómago.
Leo
su nombre en la credencial,
como
hago con todos,
y
pregunto:
—¡Irina!
¡Qué bonito nombre! ¿Sabes qué significa?
—No
–y azota la puerta.
A
la hora de la comida le digo:
—Irina
significa paz, ¿lo sabías?
—No
–y azota la puerta.
A
la hora de cenar se me acaban las bromas,
el
cocodrilo de Irina es más fuerte que yo.
y
entonces me pregunto,
qué
otro cocodrilo tendrá en el corazón.
—Irina,
¿quién te ha robado la sonrisa?
Ella
responde irritada:
—En mi país soy maestra, acá limpio.
Para
consolarla le respondo:
—Yo
soy Psicoterapeuta Intregrativo y hago trabajo agrícola, a veces pateó las
paredes, pero ¿qué más puedo hacer?
Nos
fumamos un cigarillo juntos
Ella
desliza el celular y me enseña la foto de su hija;
de
pronto recupera el color, un milagro.
El
sentido regresa, en la limpieza, en el dolor, en la humillación de trabajar
hincados.
—Con
ella eres una buena maestra
Irina
finalmente sonríe.
—Sí,
con mi ángel sí.
¡¿Quién
sabe dónde están?!
Las
habitaciones se vacían
vuelven
anónimas
desinfectadas
parece
que nadie
las
hubiera ocupado.
Solo
los rasguños en la pared
han
cuarteado el yeso,
un
calendario de fantasmas
marcó
los días que pasaron.
Junto
a las camas los barrotes,
la
sábana, el techo,
un
denominador común:
el
blanco.
Mis
amigos se han ido
amarraron
la locura en una rama,
la
cuerda es resistente
se desgastará
con las estaciones.
Yo
espero que llueva
en
el desierto que vivo
la
tierra está agrietada.
Llegarán
las lluvias de agosto
para
cubrir las grietas
haciendo
florecer
los
cactus
que
me hacen marchitar.
Puras pajas
Estoy harto de leer poemas que no entiendo.
Palabras elegantes
del siglo diecinueve
versos de marfil
que suben como torres
de las que ya no puedo lanzarme.
¡Estoy cansado de terminar un poema
y darme cuenta de que no entendí una mierda!
¿Seré yo el ignorante?, pero ¿quién era el sujeto?
¿y el problema?
La mente se enreda
entre palabras desconocidas y rimas combinadas.
¿Por qué no encuentro poemas
que me hablen como cuatro hombres en un bar?
¿O como el tabaquero
que tiene más anécdotas que mi abuela y mi abuelo
juntos?
Desearía ser fulminado
por una flecha fina
directa
asesina
que me deje
en el último verso
totalmente
desnudo.
[Tuve que entrar en un manicomio]
Tuve
que entrar en un manicomio
para
poder escribir lo que quería,
de
otra forma la sociedad
no
me dejaría el Tiempo.
Pequeña
hormiga
emoción
broche
caíste
en
el río de las estrellas.
***
Estamos
podridos
pero una
perla
nos
creció
dentro.
***
Entre los
fragmentos
un vaso roto,
cada uno
brilla
su propia
verdad.
Cielo
tú has
visto mi historia
¿por qué
me obligas
a
buscarla en tu luz?
***
Un hilo delgado
se ha desprendido sin darme cuenta:
en un parpadeo
te perdí en alta mar.
***
Tengo miedo de decirte
que estoy bien.
Una flor
con pequeñas raíces
teme
al viento ronco
de un nuevo
temporal.
Stanza n. 12
***
Tengo miedo de las
páginas en blanco
son abismos
de las que sale de
todo.
***
Dicen que sanar del
mal
significa abandonar la
muerte
pero la muerte me
habita
como el agua en un
pozo.
Dicen que el desafío
sería la alegría
verdadera
pero yo siento la
locura
de un mar que me
devora.
Dicen que no vea la
luz
es pecado
y que mi pecado
es venerar a la muerte.
Más yo no venero la
muerte,
venero la vida,
y respiro
el encanto en el
blanco de las cenizas.
***
Me avergüenza
verte desnuda
quemas más que el
fuego.
***
Hoy abriré el
horizonte
con la fuerza de mis
brazos
y saltaré en mis
Sueños
de una vez por todas.
***
Me
rindo,
jueguen ustedes
su partido.
Yo vuelvo al río
a aprender del mundo
del agua que fluye.
De: Erba Nuda (Gaele edizini, 2018)
Ulisse Casartelli. Estudió Filosofía en la Univesidad de Bolonia y la Maestría en Ciencias de la Salud en el Instituto Metanoia en Londres, en el que se graduó como Psicoterapeuta Integrativo. Fue consejero, educador y formador en cooperativas sociales, granjas, instituciones de capacitación para discapacitados y escuelas. Escribió seis colecciones de poesía: La Barca di Ghiaccio (El barco de hielo), Alba(Alba), Sulle Orme del Nulla (Sobre las huellas de la nada), Erba Nuda (Hierba desnuda), Canzione Stonate (Canción desentonada) y Stanza n. 12 (Habitación n. 12). Alberto Casiraghy le editó dos plaquettes en la editorial Pulcinoelefante: Pensieri dall’in-utile (Pensamientos de lo in-útil) y e Respiro (y Respiro). Murió en febrero de 2019, a los 40 años.
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