Hacia lo invisible: Filomena Ciavarella
Lo
invisible suele ser un atributo de la divinidad. Encierra un misterio, augura
una suerte de secrecía. En Versi per l’invisible (Versos para lo
invisible, Transeuropa, 2020), Filomena Ciavarella intenta un acercamiento,
una indagatoria. Los poemas de este título buscan la revelación del misterio
que se oculta en eso que no somos capaces de percibir (y, tal vez, de entender).
Son por ello una suerte de plegaria.
Los versos de esta colección ostentan una
dimensión filosófico-religiosa: lo invisible cobra distintos matices, esconde
el universo en los ojos de una paloma, es el eco de un paraíso o habita en el
aire y en la oscuridad de la noche cuando se torna insondable. Pero lo invisible
—como acierta Franco Di Carlo en el prólogo— tiene otra lectura: simboliza también
a la ausencia, pues la poesía de Ciavarella “se basa en una certeza consiente:
la vida tiene un sentido sólo porque existe la muerte”.
Lo invisible, sin embargo, también es el lugar
donde ocurre la belleza, y por tanto, una fuente de poesía.
Los transeúntes
No
lejos de ti implosiona
lo
que mueve
el
fuego de los girasoles en la noche.
Mientras
los transeúntes bendicen sin descanso
las
hojas verdes
con
cabellos alados en el viento primaveral
y
se visten con ropas que ondean un extraño no sé qué
El
aire se balancea con la respiración
Una
libertad moribunda brilla a su paso
entre
flores de calabazas de oro y aire de vainilla
Es
un amor que tiene el sabor extraño de la manzana verde
y
una pérdida de sentidos
Al
borde del camino una paloma impenitente picotea el pan
No
teme a la muerte,
no
pavonea sus blancas plumas
Sus
ojos son habitación del universo
entre
intersticios de espacios
entre
notas que tocan impenitentes la tierra reseca
mientras
la quietud inmóvil mueve
un
extraño aire de amor
Veneno
de belladona
El
ocaso trae una flor nunca satisfecha consigo misma
bella
y mortal
Es
veneno de belladona
que
ilumina la mirada
Su
elixir sostiene el cielo
en
el filo de la noche
es
niebla que envuelve
el
sentimiento indistinto
Bebe
la abeja diosa mortal
y
vela por beldad
en
la hora de terciopelo acaricia
el
beso de despedida
es la melancolía que lo quiere todo
y
todo desaparece por un cándido
instante
de inocencia
En
esos pétalos arrugados
está
el eco del paraíso
La rueca en el abismo
La palabra sostiene el hilo del ovillo
en una sombra que se esfuma en las canteras
el éxtasis es luz tormentosa
que te deja en los caminos de pactos olvidados
Pero las manos en el origen
adelgazan la lana
y tuercen el hilo en el resplandor
en los jardines hay cálices a contraluz
que beben el ocaso
La piedra es el contrapeso de la rueca
que gira alrededor del rayo en el abismo.
A mi hermano Leonardo
La
muerte es la estancia de toda despedida
Pero
cada adiós es un regalo
Fragilidad
evaporada de amor
Gema
preciosa de infinito
Es
un don la muerte
Trae
lágrimas en los ojos
pero
es suave, suave como capullo
de
primavera enamorados del cielo
Posee
la ternura de María
cuando
entre los brazos
mantenía
muerto al hijo
lo
sostenía y lo acariciaba
con
amor
Inmenso
amor
Y
es así como nos sostiene la muerte
En
ella se revela lo invisible
Es
gracia alada de fragilidad
vuela
más allá del olvido
es
fuerza que envuelve de misterio
Belleza incierta
Incierta es la belleza
Es una brizna de hierba en la habitación
No muy lejos de ti
Suave como pluma al viento
Antes de volar
Incluso más cándida en la memoria
Desde que lo invisible
se
la llevó consigo.
La caída de Ícaro
Bajo
el ala del imperceptible atardecer
tu
mirada vomita gemas invisibles
Tu
ausencia mantiene la mordida a la izquierda del corazón
Ojos
de anémona
En
la noche oscura y densa
truena
la tristeza en las hojas
aterciopeladas
por el cálido céfiro de tu rostro
He
confesado a mis amigas las Estrellas
que
el ojo del cielo
No
habita más en mi corazón
Porque
una flama por mí querida desapareció
Los
transeúntes pasean las ilusiones
con
la correa
Ícaro
cayó en el mar
En
un abismo profundo
Ya
no puede tomar el vuelo
por
un rayo de sol cadente
He
contado a la noche
que
las calles ya no tienen un rostro
porque
se ha apagado
un
aliento por mí querido
Si
pudieras hallarlo en la brizna
de
la hierba
o
en los árboles de la Aurora
En
un palpitar del viento
con
pies alados correría en la noche
sobre
el amado césped
Indiferente
a los transeúntes
Vertí
el dolor en el último
Rayo
del día
Pero
la ilusión no enciende
El
azul de las violetas
Quizá
no sabe que en aquel vacío
está
tu ausencia
De:
Versi per l'invisibile, Transeuropa, 2020.
***
Para Pier Paolo
Abren tus mudos jacintos
Van en el rayo que derrite
al viento la huella de oro
de tu paso
Tu vuelo ahora es ligero
Dócil sigue siendo tu despedida
casi imperceptible
delicada forma de vida
entre milésimas de luz.
Inédito.
Filomena
Ciavarella nació en 1965 en San Nicandro Garganico, Puglia. Es profesora de
filosofía e historia en el IISS “De Rogatis Fioritto” de su ciudad. Ha
publicado los libros de poesía Pensieri (Cultura Duemila Editrice, 1988),
Tra terra e cielo (Interno Poesia, 2017) y Versi per l’invisibile (Transeuropa,
2020). Tradujo al italiano Elegie al Futuro poeta, de Nguyen Chi Trung
(Interno Poesia, 2018). En octubre de 2019 participó en el Festival Internazionale
di Poesia de Olhao, en Portogallo, donde fue publicada una muestra de su poesía
en Cadernos A Sul. Preparó la introducción
del poemario Venti, de Nguyen Chi Trung, publicado en Portogallo. Ha traducido
poemas de Emily Dickinson, Dylan Thomas, Sylvia Plath y John Butler Yeats. Es miembro
del Movimiento Internacional de las Culturas y las Artes Ciesart de Barcelona.
Comentarios
Publicar un comentario